Les voy a confesar algo que no le va a sorprender absolutamente a nadie: soy muy pasiva y poco insistente. Soy de las que si están en la peluquería y ven que le están cortando el pelo más corto de lo que quiere, no dice nada. ¿Por qué? No sé. Porque me da vergüenza, o no quiero molestar o algo así. Ni hablemos de cuando me quieren vender algo.
Es una ridiculez y algo que definitivamente quiero superar en mi vida. Estamos todos de acuerdo.
Mientras tanto, veo gente que es completamente lo contrario. Que no le da miedo pedir, preguntar, insistir. Incluso cuando una no puede darles una solución concreta por razones ajenas, aunque la respuesta siga siendo la misma semana tras semana, no dejan de pedir, preguntar, insistir.
Es una situación que me pone muy incómoda. Pero me pone incómoda porque me conecta con mi propia falta de ovarios para hacer lo mismo.
Sí, pueden ser molestos y definitivamente deberían bajar un cambio, pero ¿saben qué? Siendo así de insoportables al menos están más cerca de alcanzar sus objetivos que yo quedándome callada.
Estar en contacto con este tipo de personas es sacarme permanentemente de mi zona de confort. Y hoy me animo a agradecer por tener esa pequeña molestia en mi vida, que me fuerza a intentar superarme.