Etiqueta: Recordar

  • No recuerdo el dolor

    Pensá en los momentos más dolorosos de tu vida. En la peor herida que recibió tu cuerpo, o el golpe más fuerte que tus emociones tuvieron que aguantar. Tratá de recordarlo, cada detalle. Yo no puedo.

    Shandi-lee X {pieces I}

    Lo recuerdo y reconozco, sí, pero solo desde un punto de vista intelectual: sé que mi peor dolor físico fue cuando me operaron cuando tenía 19 años y me hicieron las curaciones. Recuerdo que el dolor era tan pero tan intenso que creía que me iba a desmayar (de hecho, casi me desmayo si no me hubiesen sostenido el médico y la enfermera). Lo sé, sé que fue así y que ningún dolor superó a ese, pero mi cuerpo ya no lo registra. Y a pesar de las intelectualizaciones que pueda hacer, volvería a pasar por ese dolor si fuera necesario. Es que tengo la palabra «dolor» en mi archivo, pero no su verdadera dimensión.

    Algo similar me pasa con las heridas emocionales. Puedo reconocer los tres o cuatro momentos más dolorosos de mi vida en general: la enfermedad de mi padre, los problemas económicos que casi hacen desmoronar a mi familia, la muerte de un ser amado. Y sin embargo, una vez que hube sanado, solo puedo recordar que la pasé mal, quizás hasta sentir un nudo en la garganta, pero pienso que si todas esas experiencias me llevaron a donde estoy hoy, bien podría pasarlas nuevamente. Ya no puedo registrar la magnitud de mi desesperación en esas épocas.

    ¿Les pasa algo así a ustedes también? Yo creo que es parte de nuestro mecanismo de supervivencia como seres humanos. Si no pudiésemos olvidar el dolor, ¿una madre se animaría a tener más de un hijo después de un parto difícil? ¿una persona volvería a enamorarse después de haber sufrido? ¿iríamos al médico sabiendo que probablemente nos duela otra vez?

    Esta es una reflexión que tengo hace muchísimos años, aunque quizás surja ahora porque estoy juntando valor para retomar un tratamiento que dejé hace tiempo, porque el dolor era agobiante. El tema es, ya no recuerdo ese dolor.

  • El diario íntimo

    diario Me gusta escribir desde que tengo memoria, así que no es extraño que los caminos me hayan llevado a que la escritura sea mi trabajo.

    Cuando era más chica odiaba la idea de tener un diario íntimo, entonces me compraba cuadernitos para escribir, y los llamaba “bitácoras” (premonitorio, ¿no?). Empecé cuando tenía 10 u 11 años, y ahí anotaba lo que hacía, pensaba, sentía, o cosas como lo que pasaba en mis shows de TV favoritos. Sentía que si no lo escribía en algún lado, eso se iba a perder para siempre, y no quería eso.

    Con el paso de los años, la escritura en mis cuadernos se hizo cada vez más espaciada. El último que usé fue, finalmente, un “diario íntimo”, de esos que vienen con candado, brillantina y perfume (no sé en qué estaba pensando mi abuela cuando me lo regaló). Lo estrené en 2002 y todavía le queda la mitad en blanco.

    Con tantos blogs en los que escribo, más Twitter, más mi blog personal (o sea, este) la necesidad de escribir la tengo bastante cubierta. Pero anoche, de golpe, me di cuenta que necesitaba escribir para mí. Poner en palabras cosas que no quiero (o mejor dicho, no da) bloggear o twittear. Y es más, hacerlo con lapicera y papel, y no con dedos y teclado. Así que después de un año y medio, desempolvé el viejo diario íntimo y le di con ganas.

    Y me hizo sentir muy bien. Tener un espacio íntimo de verdad, algo que quede entre la lapicera, el cuadernito y yo, es reconfortante. Creo que voy a retomar el hábito.

    Además, releer lo que puse en otros momentos de mi vida es divertido y, sobre todo, revelador. Seguramente les hable un poco de eso.

    Ya sea que tengan blogs o no, les recomiendo que prueben llevar una bitácora personal offline, privada, aunque solo la escriban cada 6 meses. Y si en algún momento lo hicieron, reléanlas. Es como un portal al pasado.

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