En mi último año del colegio, fui víctima de bullying, esa forma espantosa de acoso que muchos maestros y padres siguen calificando ciegamente como «cosas de chicos», y que cada año deja no solo marcas emocionales, sino que a veces se lleva las vidas de sus víctimas.
El bullying, claro está, no pasa solo en el colegio. Cambia, muta hacia otros tipos de violencia, como el acoso laboral, o la violencia de género, o hasta las más sutiles pero igual de patéticas formas en las que las personas tratan de humillar a otros sin motivo aparente.
Pero que quede en claro: los losers son ellos. Los bullies. Y va siendo hora de que esto se empiece a gritar más y más fuerte. Cortarla con la condescendencia, llamar a las cosas por su nombre, enseñar, educar, proteger.
Los que podemos ayudar a cambiar la historia somos los que estamos afuera, los que logramos salir, los que vemos las cosas como son, y no como «travesuras».
Si sos maestro, si tenés hijos o sobrinos, o conocés casos de bullying, hablá. Hacé algo. No seas un cómplice silencioso.
(Había visto este video hace tiempo, y esta mañana me lo volví a encontrar en G+)