Una de las formas de lidiar con los mortíferos zombies en The Walking Dead, si uno no quiere cortarles la cabeza, es cortándoles la mandíbula o de alguna otra forma mutilando sus bocas.
Es que aparentemente, al dejarlos sin un órgano con el que masticar carne viva, pierden el apetito. Sin dientes, no hay hambre.
Curiosamente el lunes pasado me hicieron una intervención bastante intensa en la boca que me dejó con muchísima sensibilidad y sin poder morder sólidos incluso hasta hoy sábado.
¿El resultado? Estoy sin apetito desde hace casi una semana. No es que no tenga hambre, lo tengo, pero la sola idea de morder y sentir la punzada de dolor hace que no me interese pasar por eso en lo más mínimo.
Así que resulta que soy un Walker. Quién lo hubiese dicho…