Despertarse con dolor en los pies, la voz algo afónica, los ojos rodeados de un aura negra –sacarse el maquillaje jamás se te cruzó por la cabeza cuando caíste rendida en la cama.
La ropa tirada en el piso. Ese vestido que con tanto amor elegiste y tanto cuidaste para la fiesta, ahora está al lado de los zapatos, dado vuelta. Ya cumplió su propósito.
La cabeza todavía te zumba un poco y a medida que tu mente comienza a despertarse, recordás por qué tu cuerpo te está pasando factura: porque anoche bailaste y cantaste y te divertiste hasta el agotamiento. Porque celebraste con todo el peso de esa palabra.
Me encanta la mañana después de una gran noche.
(Gracias a todos los que estuvieron ahí, a los que no pudieron llegar los espero el año que viene).