Categoría: Ceci

  • Extraño la vida offline

    Ayer estuve todo el día en el Tigre, sin WiFi ni 3G. Comienzo asado, charlando con amigos, durmiendo la siesta.

    Volver hoy al mundo digital me resultó mucho más chocante de lo que esperaba, creo que nunca me había causado este nivel de rechazo como hoy.

    El stream de mensajes en Twitter me pareció tan superfluo, irrelevante para la vida «de verdad». En lo que va del día no pude ni siquiera tirar 10 caracteres. No tengo ganas, no me nace. Me siento ajena y con ganas de desconectarme otra vez, poner todo el mundo digital en pausa. Congelarlo como a Walt Disney, que se quede quietito mientras yo hago mi vida, y volver a él cuando de verdad tenga ganas.

    Por supuesto, el tiempo no para para nadie, y siento que dárselo a uno de estos mundos es quitárselo al otro.

    Creo que la palabra que había elegido para este 2012 era «Priorizar», y así que a eso se reduce la solución. Decidir internamente cuál es mi prioridad, y actuar en consecuencia.

    Creo que hace muchos meses que vengo actuando por inercia, y diciembre es un buen mes para hacer un stop, recalcular, y seguir adelante de un modo más consciente.

  • Gracias por todo esto

    Por lo general me gusta tomar las cosas buenas de otras culturas. En este caso, hoy en Estados Unidos se celebra el día de Acción de Gracias, y me parece una buena oportunidad para agradecer por las bendiciones en mi vida y también por todo lo que doy por sentado.

    Agradezco tener una casa en la que puedo vivir cómoda, y un trabajo que me llena tanto económica como emocionalmente.

    Agradezco haber podido tener la educación que tuve, y que me hizo la persona que soy hoy.

    Doy gracias sobre todo por la familia que tengo, especialmente por mis viejos y mi hermana, que son lo más grande que hay.

    Agradezco tener esta computadora en la que estoy escribiendo, la cama en la que puedo dormir calentita todas las noches, los viajes que puedo hacer por trabajo y por placer, la comida de todos los días.

    Me siento inmensamente agradecida por mi pareja, que me entiende y me hace feliz como nadie en el mundo.

    Le agradezco por estar a mis lectores de aquí y de allá, ya que sin ellos yo no estaría donde estoy. Les debo tanto.

    Y por mis amigos, que aunque los vea poco porque soy una ermitaña, sé que están ahí, incondcionales.

    Todos tenemos muchas cosas que agradecer. Los invito a que hagan (para publicar, o solo para ustedes) una listita como esta. Van a ver que van a sentir calor en el corazón y la vida va a parecerles un poco más linda.

    Entonces, ¿por qué dan gracias ustedes?

  • El tiempo no existe

    Ni siquiera voy a hacer referencia a lo rápido que pasa el tiempo, que a esta altura ya es un cliché y me hace sentir que repito palabras vacías, aunque en el fondo no sé en qué se me fueron 10 meses del año como si hubiesen sido 2.

    Más bien lo que me ocupa hoy es saber que todo el tiempo que tengo por delante antes de poder empezar a concretar mis planes no es ni mucho ni poco. Cuando pienso que tengo que esperar me parece una eternidad, y cuando pienso en todo lo que hay que hacer me parece que no me va a alcanzar.

    Últimamente estuve muy desganada pensando en todas las cosas para las que tengo que esperar, pero esta mañana lluviosa se me ocurre que por ahí esta espera es preciosa, y que tengo que disfrutarla, porque cuando se termine se va a desenvolver todo tan rápidamente que el vértigo va a ser importante, y aunque sea lo que quiero, parte de mí va a extrañar tiempos más tranquilos.

    Palabras muy vagas para ustedes, queridos lectores, lo sé. Para poder decirles algo en concreto a ustedes debería tenerlo medianamente definido yo, y todavía no estoy ahí. Pero pronto.

    Si algo me está enseñando la vida es que todo llega, y los meses y años de espera se desvanecen en un instante.

  • Te das cuenta que estás grande cuando…

    …tu papá te encuentra llorando.

    Lo primero que hace es preguntarte si va a ser abuelo.

    Y lo dice con esperanza.

     

     

     

    PD: No.

  • Basta de comerse mi comida!!!

    No, no es una metáfora de nada. Hablo literalmente de bebida y de comida.

    Es que, verán, aunque mi alimentación es muy amplia, hay cosas con las que soy más bien limitada: solo tomo agua generalmente, el helado me gusta de chocolate y dulce de leche (y no mucho más que eso), y un par de cosas del estilo.

    El problema es que como en esas cosas soy tan básica, la gente que me rodea se aprovecha y se toma mi agua y se toman mi helado y se comen mis galletitas, y quiero hacer un berrinche. Permítanme que les explique la teoría, a riesgo de quedar como una loca o una muerta de hambre.

    En casa somos 4. Una toma agua (yo), dos Coca, y uno mayormente jugos. Al momento de hacer las compras, la relación es más o menos 1 agua, 1 jugo, 2 Cocas. Pero después pasa lo lógico: el agua es lo más básico del mundo, y todos se la toman durante el día. Y al momento de la cena, la única que no tiene nada para tomar, soy yo.

    Peor con el helado en las fiestas: todos se piden gustos loquísimos que a mi no me gustan. Como Crema con frutillas del bosque de Holanda, o samabayón con trozos de arándanos del Congo. Buenísimo, para gustos los colores (o en este caso, los helados). Yo, por mi parte, con un poquito de chocolate y dulce de leche soy feliz.

    Pero, ¿qué pasa cuando llega el helado? Nunca, NUNCA falta que por lo menos 4 personas digan «aaah, ¿pidieron chocolate también? Pasame un poquito». ¿Y en qué resulta? Yo me quedo con una cucharadita de mis gustos, y sobran ocho potes de los gustos raros que todos podían comer menos yo. Pasa. Todo. El. Tiempo.

    Ya sé que para esta altura del post deben estar pensando o que estoy un poco loca, o que debería compartir más. Yo no tengo problemas con compartir, pero por favor, calculemos la cantidad siendo realistas!!

    Necesito que alguien comente abajo que a él o ella también le pasa. Que los amigos le toman el único tipo de alcohol que le gusta, que los hermanos le sacan el yogur, que el padre se come sus galletitas. ALGO.

  • Es 24/7 o no funciona

    Me costó mucho entenderlo. Digamos, unas 3 ó 4 relaciones fallidas, muchas lágrimas y mucha frustración. Me costó pero lo entendí: estar bien con una persona no es algo mágico que te pasa, no es la suerte de haber encontrado a una persona con la que te llevás bien.

    La suerte dura un rato, pero la vida humana nos va llevando por caminos que suelen ser de todo menos tranquilos. Problemas familiares, estrés en el trabajo, tiempos que no coinciden, manías pequeñas de uno y otro. No son las grandes diferencias las que son peligrosas, es la suma de las mil cosas chiquitas que nos pasan día a día.

    Y la única forma de estar bien con una persona es haciendo el trabajo consciente, día a día, de darnos cuenta que ninguna de esas cosas chiquitas es más importantes que la totalidad de la otra persona, de la relación.

    Es un trabajo de todos los días, es 24/7. No es necesariamente forzoso, ni agotador. Por el contrario, es un ejercicio que mientras más se practica, más fácil resulta.

    Es parar dos segundos antes de decir algo hiriente y darte cuenta que no es importante, que no todo puede salir a tu manera siempre, o que te estás desquitando con el otro porque en realidad tuviste un mal día en el trabajo.

    Hace 815* días que practico esto a diario. Es un trabajo mental, pero el más siginificativo de mi vida, el que más felicidad me da a diario.

    Es lo que nunca quiero olvidarme.

    *No, no es una referencia a LOST. A menos que…

  • Así de mucho me gustan los libros de Harry Potter

    Por cierto, no puedo esperar a que salga The Casual Vacancy. Necesito más Rowling con urgencia.

  • La espera desespera

    La espera desespera

    Mientras que la edad me dotó de un buen nivel de paciencia para esperar lapsos de tiempo prestablecidos (como conexiones eternas en un aeropuerto, o los días que faltan antes de un evento importante), el mundo digital se encargó de destruir completamente mi capacidad de esperar en paz cuando el tiempo es incierto.

    Es que con las computadoras uno más o menos ya sabe de entrada en cuánto tiempo debería suceder cualquier cosa. O mejor dicho, si va a suceder o no. Si en unos pocos segundos Firefox no se despabiló de su cuelgue, ya sé que voy a tener que reiniciarlo. No importa que me pida que espere, yo ya sé que no va a pasar y puedo tomar una acción al respecto.

    Pero cuando envío un trámite super importante y me dicen «de uno a diez días», y al tercer día no tuve respuesta, me desespero. Porque en mi mente empieza a barajarse la peor hipótesis, pero no tengo forma de saber si la respuesta no llegará al décimo día.

    No me llevo bien con la incertidumbre.

  • Un dato para entender el 90% de mi personalidad

    Un solo dato basta para entender el 90% de mi personalidad: soy hija de una maestra jardinera (de jardín de infantes, no de jardín de plantas).

    Listo, unan los puntos.

  • La mayor mentira que me digo a mí misma

    La mayor mentira que me digo a mí misma, últimamente, es:

    Trabajo un par de horas extra esta noche, así ya mañana estoy al día.

    Nunca, nunca se está al día.

    Empiezo a necesitar vacaciones.