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  • Ja-ja-ja, qué risa que me da

    Ayer vi en Twitter este chiste que me pareció muy divertido. El tema fue que mi TOC no me dejó tranquila con la frase final: ja, ja, ja!!!!!

    ¿Cuál es el problema? Se preguntan ustedes, personas que no padecen de pequeñas obsesiones como yo. El problema es la forma de escribir las onomatopeyas de la risa.

    Para mi, escribir una risa tiene que ser «jajajajaja» y si se te escapan los dedos, y se te juntan algunas J y algunas A, estilo «jajjaajajaa» mejor todavía, porque es como más auténtico.

    Cuando yo leo «ja, ja, ja», o su variante con espacios, «ja ja ja» (de la que mi madre es amiga), no leo una risa. Disculpen, no puedo, no me sale. Porque lo leo con las comas o los espacios, y entonces me imagino a alguien en la vida real riéndose pero cortando la risa o la carcajada –un poco a lo Sheldon Cooper, pero peor– como si tuviese hipo o si fuese absolutamente falso.

    No quiero risas entrecortadas, quiero risas continuas, indomables, que se vuelquen al teclado hasta quedar como jajajsjdasdjfaj!!!11!!!!

  • Cada vez que me subo a una montaña rusa

    Cómo extraño ese rush de adrenalina de las montañas rusas!!! Con el tiempo pasé de tenerles mucho miedo a… tenerles miedo pero disfrutarlas a lo loco.

    Mi próxima visita a un parque de diversiones no puede llegar lo suficientemente rápido. Quiero velocidad, vueltas, caídas, gravedad cero, y salir gritando OTRA VEEEEZ.

  • Las puertas de mi armario

    Las puertas de mi armario (de mi casa de mi infancia y adolescencia) estuvieron cubiertas, a lo largo de los años, por:

    • Planetas y estrellas que brillaban en la oscuridad (MUCHAS)
    • Fotos de Thalía
    • Fotos de mis amigos
    • Posters de anime
    • Calendarios con todas las entregas y finales de la facultad
    • Lisas, sin nada

    Me encantaría haberles sacado una foto con cada cambio, tan representativo de las etapas que iba viviendo.

  • Te invitamos a ver «Casi que no está»… no, mentira! No te invitamos nada!

    Actualización: finalmente tuve la oportunidad de ir a ver la obra, y me pareció excelente. Pueden leer mi crítica sobre Casi que no Está.

    No sé, cuando yo era chica, si alguien me invitaba a algún lado era… bueno, eso, que me invitaba. ¡No que me invitaba a comprar su producto! ¡O a contarle a todos mis amigos y capaz que me gano uno!

    Ya vengo viendo esto en mil publicidades y sobre todo en campañas de email marketing, como esta que me llegó hoy, que por ahí es la más ingenua de todas, pero igual molesta.

    Molesta porque de verdad me encanta el teatro, y me rompe que usen frases engañosas. Decime directamente que es un sorteo, y yo decido si lo abro o no.

    Últimamente veo mucho de esto por todos lados, ahora no recuerdo ningún caso concreto, pero seguramente ustedes sí. ¿Cuál les molesta?

     

    PD: Como siempre, esto no tiene que ver con el producto (en este caso, la obra «Casi que no está», que no fui a ver y sobre la cual no puedo opinar), sino con los modos molestos de publicidad.

  • Lo que me gusta de Mad Men…

    …es que cada acción tiene sus consecuencias.

    Cada decisión, cada cosa que se dice, cada impulso, cada mentira. Consecuencias mayores o menores, pero realistas.

    Me gusta mucho ver series y por lo general las tramas son flojas en ese aspecto (siendo Gossip Girl la más floja de todas, aunque la sigo mirando). Pero Mad Men tiene eso, eso que al principio me parecía un poco insulso, pero que con el tiempo le vas tomando el gusto –como a un buen vino.

    Causa y consecuencia.

  • Todo a su debido tiempo

    El otro día pensaba que me definiría a mi misma como una late bloomer a nivel social. Es que siempre tardé «un poco más» que mis amigos en pasar a ciertas etapas socialmente esperables, y las consecuencias nunca fueron del todo buenas –desde sentirme siempre afuera de un grupo, hasta terminar una relación de 4 años. (En retrospectiva, fueron cosas buenas, pero en el momento la pasé mal.)

    Sin embargo, en estos últimos meses me empecé a amigar con esta parte mía que tarda más de lo esperable en estar lista para ciertas cosas, o mejor dicho, a alegrarme por no haberme apurado cuando no me sentía lista. Porque aunque a veces haga falta un empujoncito, me doy cuenta que nada es mejor que el momento interno en el que decís «ya es hora», y no hay dudas, y las ganas crecen, y dar el siguiente paso te cierra por todos lados.

    Claro que a veces con estar lista no basta, y hace falta mucha paciencia y confianza con las circunstancias y personas en mi vida para poder aceptar eso también, aunque duela.

    Por el momento trato de enfocarme en las cosas que puedo hacer sola, los pasos que quiero dar, y me llena de entusiasmo.

  • Decepcionada

    A veces hay personas que hacen cosas que me decepcionan tanto, pero tanto, que ni ganas de decírselos me da. Es solo hacer un facepalm, perder casi todo el respeto que les tenías, y sentarte a esperar a que el tiempo solo se los demuestre. Como ya pasó antes.

    Tengo un par de casos dando vueltas últimamente. Pobrecitos.

  • Así estamos

    Quería contarles un poco por qué estoy escribiendo poco, pero dicen que una imagen vale más que mil palabras, así que tomen:

    Algunas cosas nunca cambian.

  • Les Miserables

    Entonces una mañana te enterás no solo que va a haber otra película de Los Miserables, sino que esta vez va a ser musical, y se te pone la piel de gallina y se te llenan los ojos de lágrimas con el trailer.

    Ir a ver Los Miserables al teatro fue lo último que hice con mi papá antes de que pierda la vista. Entenderán que cuando vaya a verla al cine voy a llorar tanto que probablemente tenga que ir a verla de nuevo para, efectivamente, verla.

    Cómo amo este musical.

  • Please, Mr. Jailer

    stage lights

    Dar los primeros pasos sin tener idea de a qué ritmo, ni cómo. Escuchar la canción por primera vez y que tus pies no puedan ajustar los pasos a los sonidos.

    Intentar, repetir, girar para el lado equivocado. Empezar a familiarizarte con la música, con los movimientos. Antes de darte cuenta, tu cuerpo solo se mueve y sos una con la canción.

    Ensayar, disfrutar, sentir el logro con cada estrofa bien hecha. Llegar al final, conocer cada segundo de la canción, y que tu cuerpo responda a cada nota.

    Llega el día, y el ensayo se convierte en escenario, y el espejo en público, y la canción en danza, en luces, en respiración agitada, en aplausos.

    Y ese sabor agridulce de saber que no vas a volver a bailar esa canción, mientras sonreís a los extraños que te miran y no podés esperar para empezar de nuevo.