Marina – Y lo más groso es que puedo escuchar las canciones con un shuffle bueno.
Yo, después de pensarlo un rato – ¿Cómo puede haber un shuffle malo?
Marina – Se nota que siempre tuviste iPod…
Marina – Y lo más groso es que puedo escuchar las canciones con un shuffle bueno.
Yo, después de pensarlo un rato – ¿Cómo puede haber un shuffle malo?
Marina – Se nota que siempre tuviste iPod…
Si bien estudio psicología, el psicoanálisis no es mi corriente favorita (ni mi área de mayor conocimiento), así que cuando digo “compulsión a la repetición”, lo digo muy ligeramente.
Pero el otro día, leyendo mi viejo diario íntimo, encontré cosas que me dejaron bastante shockeada. Las mismas frustraciones, los mismos problemas, los mismos patrones, una y otra vez, con distintos escenarios y actores.
Noviembre de 2002 fue demasiado parecido a noviembre de 2008. Y en enero de 2006, escribí con la misma sensación de insatisfacción que sentí en diciembre de 2007 y octubre de 2008, sin haberme dado cuenta.
Leerse a uno mismo, como si viajásemos en un DeLorean al pasado, a veces nos trae estas sorpresas que nos dejan con un gusto amargo en la boca.
Pero a veces, en algunas áreas, podemos leer el enorme avance que hicimos, cuánto crecimos, los desafíos que superamos victoriosos. Y eso quiere decir que, aunque nos tropecemos con las mismas piedras un par de veces, igual seguimos avanzando.
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Me gusta escribir desde que tengo memoria, así que no es extraño que los caminos me hayan llevado a que la escritura sea mi trabajo.
Cuando era más chica odiaba la idea de tener un diario íntimo, entonces me compraba cuadernitos para escribir, y los llamaba “bitácoras” (premonitorio, ¿no?). Empecé cuando tenía 10 u 11 años, y ahí anotaba lo que hacía, pensaba, sentía, o cosas como lo que pasaba en mis shows de TV favoritos. Sentía que si no lo escribía en algún lado, eso se iba a perder para siempre, y no quería eso.
Con el paso de los años, la escritura en mis cuadernos se hizo cada vez más espaciada. El último que usé fue, finalmente, un “diario íntimo”, de esos que vienen con candado, brillantina y perfume (no sé en qué estaba pensando mi abuela cuando me lo regaló). Lo estrené en 2002 y todavía le queda la mitad en blanco.
Con tantos blogs en los que escribo, más Twitter, más mi blog personal (o sea, este) la necesidad de escribir la tengo bastante cubierta. Pero anoche, de golpe, me di cuenta que necesitaba escribir para mí. Poner en palabras cosas que no quiero (o mejor dicho, no da) bloggear o twittear. Y es más, hacerlo con lapicera y papel, y no con dedos y teclado. Así que después de un año y medio, desempolvé el viejo diario íntimo y le di con ganas.
Y me hizo sentir muy bien. Tener un espacio íntimo de verdad, algo que quede entre la lapicera, el cuadernito y yo, es reconfortante. Creo que voy a retomar el hábito.
Además, releer lo que puse en otros momentos de mi vida es divertido y, sobre todo, revelador. Seguramente les hable un poco de eso.
Ya sea que tengan blogs o no, les recomiendo que prueben llevar una bitácora personal offline, privada, aunque solo la escriban cada 6 meses. Y si en algún momento lo hicieron, reléanlas. Es como un portal al pasado.
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<
p align=»center»>Tu beso se hizo calor,
luego el calor, movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.
<
p align=»center»>Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias.
<
p align=»center»>Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.
<
p align=»center»>El vino que pagué yo,
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano,
y antes de eso en Torino,
y antes de Torino, en Prato,
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.
<
p align=»center»>Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora,
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía,
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería…
<
p align=»center»>Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.
Jorge Drexler – Eco – Todo se transforma
[Fuente]
Estas cosas me encantan. Hoy, por ejemplo, leo en Lost 5 que un científico llamado Michael Faraday propuso, en una de sus teorías, una constante (que no me puse a profundizar, realmente) que se conoce hoy como “la Constante de Faraday”.
Más links para investigar: Michael Faraday en la Wikipedia, Constante de Faraday, Faradio
Impecable para seguir emocionándome mientras espero más que ansiosa el capítulo de este miércoles, que se va a llamar “La Variable”.
¿Lost fangirl, yo?

Hace días que tengo un post de Unplggd abierto en Firefox, porque me encanta encanta encanta mirarlo. Muestra las oficinas de Geek Sugar, un lindo blog sobre tecnología con una mirada femenina. Y me enamoré, en serio. Quiero trabajar en un lugar así (o trabajar ahí, que de chica geek me recibí hace rato).

Por ahora me voy a limitar a juntar ideas para decorar mi room office con ese estilo, que me encantó. Y como siempre, si tienen algún tip, son más que bienvenidos.

De un tiempo pasado y mágico, con dragones y magos, y castillos y caballeros, y princesas y hechizos. Me gusta imaginar que en esa época lo que nosotros consideramos una fantasía, era una realidad. Y en el mismo suelo que pisamos nosotros.

Con tantos proyectos nuevos, me encuentro pensando en “ellos” todo el tiempo. ¿Quiénes son “ellos”? Yo tampoco lo sé.
Puede ser mi prima, o un hombre de 46 que vive con su perro, una madre de 6 hijos, un niño de 8 años, una adolescente de 17. “Ellos” son los que están del otro lado de la pantalla, como vos que me estás leyendo, como yo cuando cierro esta ventana y me pongo a leer a otros.
Pienso en ellos, si les va a gustar lo que escribo, el diseño de la página, las fotos que elija, las palabras que use. Ellos son abstractos y muy reales al mismo tiempo. Son los 1600 de Acceso Directo, los 10 mil de PuntoGeek, los 20 mil de Bitelia. Son los casi 300 registrados en CNX. Y son todos los que vendrán. A ellos dedico gran parte de mis pensamientos.
Es extraño como una presencia tan abstracta se puede volver tan real. Y es lindo. Muy lindo.
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