Autor: Ceci

  • Gracias por todo esto

    Por lo general me gusta tomar las cosas buenas de otras culturas. En este caso, hoy en Estados Unidos se celebra el día de Acción de Gracias, y me parece una buena oportunidad para agradecer por las bendiciones en mi vida y también por todo lo que doy por sentado.

    Agradezco tener una casa en la que puedo vivir cómoda, y un trabajo que me llena tanto económica como emocionalmente.

    Agradezco haber podido tener la educación que tuve, y que me hizo la persona que soy hoy.

    Doy gracias sobre todo por la familia que tengo, especialmente por mis viejos y mi hermana, que son lo más grande que hay.

    Agradezco tener esta computadora en la que estoy escribiendo, la cama en la que puedo dormir calentita todas las noches, los viajes que puedo hacer por trabajo y por placer, la comida de todos los días.

    Me siento inmensamente agradecida por mi pareja, que me entiende y me hace feliz como nadie en el mundo.

    Le agradezco por estar a mis lectores de aquí y de allá, ya que sin ellos yo no estaría donde estoy. Les debo tanto.

    Y por mis amigos, que aunque los vea poco porque soy una ermitaña, sé que están ahí, incondcionales.

    Todos tenemos muchas cosas que agradecer. Los invito a que hagan (para publicar, o solo para ustedes) una listita como esta. Van a ver que van a sentir calor en el corazón y la vida va a parecerles un poco más linda.

    Entonces, ¿por qué dan gracias ustedes?

  • Alguien te está mirando

    No quiero que nadie se ponga paranoico. Pero.

    En la época en la que vivimos, es muy probable que la mayoría de ustedes twitee o publique en Facebook cosas que, sin que tengan la más mínima sospecha, hagan que lleguen o se alejen de ustedes posibilidades increíbles.

    Una foto, un comentario, un link, o hasta la aplicación que usan para publicar puede ser la diferencia que haga que llegue (o se vaya) un trabajo, un viaje, una invitación y muchas otras cosas.

    Lo sé porque lo veo pasar todos los días. En algún momento tenemos que empezar a entender que si elegimos el camino de las redes sociales, todo lo que digamos puede ser usado en nuestra contra, o favor. Por lo general, cuando uno tira buena onda, llegan cosas buenas, y cuando tira mala onda… no tanto.

    Pero no piensen mucho en eso o a uno se le muere la espontaneidad.

  • Cualquier día puede ser el día menos pensado

    «Algún día de esos en que suelo pensar ‘Hoy va a ser el día menos pensado’», decía La Oreja de Van Gogh.

    Cuando la espera me hace desesperar, y los problemas de fondo no se resuelven, me da un poco de esperanza pensar en eso. Las mejores cosas de mi vida llegaron realmente el día menos pensado, y algo maravilloso puede estar por pasar en cualquier momento.

    Hace mucho tiempo, en un momento de mucha tristeza, mi amigo Juan me dijo que tenía que seguir pasando los obstáculos, «tumbando paredes», que la felicidad estaba ahí. Cuánta razón tenía. Creo que no pasaron ni dos semanas desde que me dijo eso hasta que mi vida cambió rotundamente y para bien. El día menos pensado estaba ahí, solo había que seguirla remando.

    Es una paciencia diferente a esa de la que les hablé hace poco; esas cosas para las que sé que tengo que esperar porque falta tiempo, faltan procesos.

    En cambio esta, se parece más a la esperanza que a la paciencia.

  • El tiempo no existe

    Ni siquiera voy a hacer referencia a lo rápido que pasa el tiempo, que a esta altura ya es un cliché y me hace sentir que repito palabras vacías, aunque en el fondo no sé en qué se me fueron 10 meses del año como si hubiesen sido 2.

    Más bien lo que me ocupa hoy es saber que todo el tiempo que tengo por delante antes de poder empezar a concretar mis planes no es ni mucho ni poco. Cuando pienso que tengo que esperar me parece una eternidad, y cuando pienso en todo lo que hay que hacer me parece que no me va a alcanzar.

    Últimamente estuve muy desganada pensando en todas las cosas para las que tengo que esperar, pero esta mañana lluviosa se me ocurre que por ahí esta espera es preciosa, y que tengo que disfrutarla, porque cuando se termine se va a desenvolver todo tan rápidamente que el vértigo va a ser importante, y aunque sea lo que quiero, parte de mí va a extrañar tiempos más tranquilos.

    Palabras muy vagas para ustedes, queridos lectores, lo sé. Para poder decirles algo en concreto a ustedes debería tenerlo medianamente definido yo, y todavía no estoy ahí. Pero pronto.

    Si algo me está enseñando la vida es que todo llega, y los meses y años de espera se desvanecen en un instante.

  • Te das cuenta que estás grande cuando…

    …tu papá te encuentra llorando.

    Lo primero que hace es preguntarte si va a ser abuelo.

    Y lo dice con esperanza.

     

     

     

    PD: No.

  • Casi que no está

    El viernes pasado saldé una deuda pendiente desde hace mucho tiempo. Fui al Elefante Club de Teatro para ver Casi que no está, gracias a la amable invitación de Vivian. Y estoy muy feliz de haberlo hecho.

    Siendo particularmente aficionada a la comedia musical, Casi que no está me proponía un desafío muy diferente. Con solo dos actores en escena y sin más escenografía que un gran rectángulo blanco, las palabras, los cuerpos y la imaginación fueron los que tuvieron la tarea de transportarnos a los espectadores a las escenas que los protagonistas nos llevaban.

    Daniela Rico Artigas y Mariano Villamarín hacen de ella y de él, una pareja reconstruyendo su historia. Una historia con fisuras y heridas, como la tuya o la mía. Con problemas que todos hemos atravesado de alguna forma. Sus expresiones, su sincronía, nos alejan de ese espacio blanco para transportarnos al restaurante donde se conocieron, al supermercado donde discutieron, al departamento donde pasaron noches tortuosas.

    En otras palabras, la extrema simplicidad de la escenografía se olvida con la intensa profundidad de los actores. No sé si la llamaría una historia de amor. Sí definitivamente, una historia humana, y de cómo nos relacionamos, cómo nos aferramos, negamos, intentamos.

    Salí con los ojos llenos de lágrimas para mi sorpresa. Y conmoverme hasta las lágrimas es lo mejor que puede hacer una obra de teatro por mí.

    Se las recomiendo muchísimo, una obra corta para ir a ver con tu pareja, tu hermana o tu mejor amiga:

    • Viernes 21 hs en Elefante Club de Teatro (Guardia Vieja 4257, Buenos Aires)
    • Autora: Melisa Freund
    • Reservas: 4861- 2136
  • Basta de comerse mi comida!!!

    No, no es una metáfora de nada. Hablo literalmente de bebida y de comida.

    Es que, verán, aunque mi alimentación es muy amplia, hay cosas con las que soy más bien limitada: solo tomo agua generalmente, el helado me gusta de chocolate y dulce de leche (y no mucho más que eso), y un par de cosas del estilo.

    El problema es que como en esas cosas soy tan básica, la gente que me rodea se aprovecha y se toma mi agua y se toman mi helado y se comen mis galletitas, y quiero hacer un berrinche. Permítanme que les explique la teoría, a riesgo de quedar como una loca o una muerta de hambre.

    En casa somos 4. Una toma agua (yo), dos Coca, y uno mayormente jugos. Al momento de hacer las compras, la relación es más o menos 1 agua, 1 jugo, 2 Cocas. Pero después pasa lo lógico: el agua es lo más básico del mundo, y todos se la toman durante el día. Y al momento de la cena, la única que no tiene nada para tomar, soy yo.

    Peor con el helado en las fiestas: todos se piden gustos loquísimos que a mi no me gustan. Como Crema con frutillas del bosque de Holanda, o samabayón con trozos de arándanos del Congo. Buenísimo, para gustos los colores (o en este caso, los helados). Yo, por mi parte, con un poquito de chocolate y dulce de leche soy feliz.

    Pero, ¿qué pasa cuando llega el helado? Nunca, NUNCA falta que por lo menos 4 personas digan «aaah, ¿pidieron chocolate también? Pasame un poquito». ¿Y en qué resulta? Yo me quedo con una cucharadita de mis gustos, y sobran ocho potes de los gustos raros que todos podían comer menos yo. Pasa. Todo. El. Tiempo.

    Ya sé que para esta altura del post deben estar pensando o que estoy un poco loca, o que debería compartir más. Yo no tengo problemas con compartir, pero por favor, calculemos la cantidad siendo realistas!!

    Necesito que alguien comente abajo que a él o ella también le pasa. Que los amigos le toman el único tipo de alcohol que le gusta, que los hermanos le sacan el yogur, que el padre se come sus galletitas. ALGO.

  • Es 24/7 o no funciona

    Me costó mucho entenderlo. Digamos, unas 3 ó 4 relaciones fallidas, muchas lágrimas y mucha frustración. Me costó pero lo entendí: estar bien con una persona no es algo mágico que te pasa, no es la suerte de haber encontrado a una persona con la que te llevás bien.

    La suerte dura un rato, pero la vida humana nos va llevando por caminos que suelen ser de todo menos tranquilos. Problemas familiares, estrés en el trabajo, tiempos que no coinciden, manías pequeñas de uno y otro. No son las grandes diferencias las que son peligrosas, es la suma de las mil cosas chiquitas que nos pasan día a día.

    Y la única forma de estar bien con una persona es haciendo el trabajo consciente, día a día, de darnos cuenta que ninguna de esas cosas chiquitas es más importantes que la totalidad de la otra persona, de la relación.

    Es un trabajo de todos los días, es 24/7. No es necesariamente forzoso, ni agotador. Por el contrario, es un ejercicio que mientras más se practica, más fácil resulta.

    Es parar dos segundos antes de decir algo hiriente y darte cuenta que no es importante, que no todo puede salir a tu manera siempre, o que te estás desquitando con el otro porque en realidad tuviste un mal día en el trabajo.

    Hace 815* días que practico esto a diario. Es un trabajo mental, pero el más siginificativo de mi vida, el que más felicidad me da a diario.

    Es lo que nunca quiero olvidarme.

    *No, no es una referencia a LOST. A menos que…

  • Así de mucho me gustan los libros de Harry Potter

    Por cierto, no puedo esperar a que salga The Casual Vacancy. Necesito más Rowling con urgencia.

  • La espera desespera

    La espera desespera

    Mientras que la edad me dotó de un buen nivel de paciencia para esperar lapsos de tiempo prestablecidos (como conexiones eternas en un aeropuerto, o los días que faltan antes de un evento importante), el mundo digital se encargó de destruir completamente mi capacidad de esperar en paz cuando el tiempo es incierto.

    Es que con las computadoras uno más o menos ya sabe de entrada en cuánto tiempo debería suceder cualquier cosa. O mejor dicho, si va a suceder o no. Si en unos pocos segundos Firefox no se despabiló de su cuelgue, ya sé que voy a tener que reiniciarlo. No importa que me pida que espere, yo ya sé que no va a pasar y puedo tomar una acción al respecto.

    Pero cuando envío un trámite super importante y me dicen «de uno a diez días», y al tercer día no tuve respuesta, me desespero. Porque en mi mente empieza a barajarse la peor hipótesis, pero no tengo forma de saber si la respuesta no llegará al décimo día.

    No me llevo bien con la incertidumbre.