Dar los primeros pasos sin tener idea de a qué ritmo, ni cómo. Escuchar la canción por primera vez y que tus pies no puedan ajustar los pasos a los sonidos.
Intentar, repetir, girar para el lado equivocado. Empezar a familiarizarte con la música, con los movimientos. Antes de darte cuenta, tu cuerpo solo se mueve y sos una con la canción.
Ensayar, disfrutar, sentir el logro con cada estrofa bien hecha. Llegar al final, conocer cada segundo de la canción, y que tu cuerpo responda a cada nota.
Llega el día, y el ensayo se convierte en escenario, y el espejo en público, y la canción en danza, en luces, en respiración agitada, en aplausos.
Y ese sabor agridulce de saber que no vas a volver a bailar esa canción, mientras sonreís a los extraños que te miran y no podés esperar para empezar de nuevo.